Álbum de corte realista en el que se recopilan tres historias de amor desgraciado: "Un día, un lugar, una cita" (17 páginas), "Primer amor" (21 páginas) y "Restos de un naufragio" (14 páginas)

Primera publicación: "Un día, un lugar, una cita", 1983, "Primer amor", 1984, "Restos de un naufragio", 1985. Todas en la revista "Comix Internacional".

Reeditado por Glenat. Ejemplares disponibles en: www.edicionesglenat.es

 

CARLOS GIMÉNEZ, DIBUJANTE Y LITERATO
Por Francisco Candel

Un prólogo de dos o tres folios es poco prólogo para hablar de lo mucho que representa Carlos Giménez en el cómic español. Yo no soy un estudioso o entendido del género para hacer afirmaciones. En el fondo, siempre me dejo llevar por mi instinto. De todos modos, yo me atrevería a decir que Carlos Giménez es el creador del anticómic —y si no el creador uno de los que con más fe lo practica—/ o sea, que no hace ese cómic, todo lo bien dibujado que se quiera, claro, pero convencional, el cómic peliculero. Sí. El tebeo o cómic tradicional crea un héroe que semana tras semana, y a mampo-rrazo limpio, impone su justicia y su código de honor, generalmente un código fascista aunque entrañe el exterminio de los malos. Paradójicamente, aquí tenemos la excepción del caso de Torpedo 1936, de Sánchez Abuli y Bernet, el cual ejerce la Justicia del criminal a sueldo, pero que también arrastra un código del deshonor que viene a ser lo mismo, sólo que al revés. Hay otras semejanzas dentro de ese contrasentido ético en el cómic para adultos, en pos de una vanguardia y una cultura del futuro, un futuro que ya he dicho una vez que la gente del cómic lo ve diríamos que francamente siniestro, con más pesimismo que Schopenhauer, con la esquizofrenia y la demencia de un Nietzsche, pero en pésima filosofía historietista. Lo que no es costumbre en el cómic es tener como héroe al vulgar hombre de la calle, y no en plan caricaturesco que algunos humoristas practican. Excepciones habrá, qué duda cabe. Pienso, en estos momentos, por ejemplo/ en Will Eisner, con sus historias de la depresión americana, los ghettos neoyorquinos, la secuela del inmigrante italiano y judío, etcétera. Pero Carlos Giménez es otra cosa, sobre todo últimamente, a través de sus historias sociales, reales, jocosas, tiernas, irónicas, dramáticas, satíricas, depende, humanas como la vida misma, que dice el tópico, donde todo aquel que las ve y lee no sólo se identifica con ellas, sino que se encuentra como personaje de ellas en un momento u otro de la narración, unas veces diciéndose: yo soy éste, y otras: éste es aquél, y no solamente porque haya historietas en clave, donde los personajes son reconocidos por los integrantes del mundo del cómic y la ilustración, como sucede, en ciertos momentos, con su serie Los profesionales, donde el gremio de comiqueros debe, tanto como autorrecono-cerse, identificar a tal o cual compañero de oficio o de redacción; no solamente por eso, no, sino por algo más. Yo pienso que ese algo más de Carlos Giménez, y de ahí parte mi completa afinidad con él, es que quiere a sus personajes, como yo quiero a los míos, incluso cuando nos burlamos de ellos, siempre en constante comunión con sus avatares.
Insisto en lo de tan corto prólogo para lo mucho que es Carlos Giménez. Así es que me estoy saltando su factor neto de dibujan te, de línea escueta unas veces, de seguro trazo siempre, de sus escorzos, de sus manchados negros o sus espacios blancos, de esa especial manera que tiene para, según el caso, ¡dealizar con trazo fino unas situaciones angustiosas, tiernamente repugnantes como las de sus monstruos y leprosos, o todo su complicado laberinto de líneas para montar sus naves espaciales y los mixtificados artefactos del mundo de la ciencia ficción... Me estoy saltando esa faceta ya antológica de Carlos Giménez como son Koolau el leproso, Hom, su insuperable El miserere, donde/ basándose en narraciones de autores prácticamente clásicos, ejecuta unas magníficas recreaciones de su Dani Futuro, sobre guión de Víctor Mora, y donde sólo existe el gran dibujante Carlos Giménez interpretando a lo director de orquesta, e interpretando, magníficamente bien, textos ajenos.
A mí, y sin dejar de lado todo cuanto me gusta ese Carlos Giménez, me entusiasma el Carlos Giménez que crea las propias historias que él mismo digamos decora o ilustra. La serie de Paracuellos, Barrio, España una, grande y libre, Los profesionales, Rambla arriba. Rambla abajo, etcétera, al estilo de las que ahora veréis en este álbum, selección o antología. Hoy tenemos excelentes dibujantes y pésimas narraciones cuando el dibujante es el narrador y también muchas veces con guionista ajeno. Yo, hay historietas que veo los dibujos de corrida y no me leo los textos. ¿Para qué? Unas veces no tienen gracia, otras no los entiendes, otras tienes que leerlos varias veces para entenderlos y ni aún así los calas, y en la mayoría de ocasiones vale más dejarlo estar. Al cómic lo han degradado sus propios autores —presionados por editores, críticos o intelectuales, por lo que sea/ eso no lo discuto— intentando darle una formalidad que su contenido narrativo —no plástico, no confundamos— no tiene. Y el cómic, como narración, es, aparte de ilus tración y dibujo, literatura, como lo es el cine y la televisión, que además de soltar imágenes, tienen que explicar algo, sobre todo una vez superados los experimentos estéticos y vanguardistas. La literatura sin anécdota no es nada, ha dicho josep Pía. Y si no lo dijo él, lo digo yo. El cómic, sin anécdota, es menos que nada.
A Carlos Giménez le sobra gracia e imaginación para narrar lo cotidiano, esas aventuras que no son una aventura aunque nos parezca que lo son y en las que nos vemos metidos nosotros o el amigo fantasmal de turno —fantasma no en el sentido de aparición terrorífica, sino en el sentido del tipo insustancial y pavero que así acrecienta o cree que acrecienta su personalidad— y que son el vecino de escalera, el compañero de oficina, el rival en tu profesión... Son unos tipos que Carlos Giménez los borda.
En fin, y termino. La galería de personajes del pan nuestro de cada día que Carlos Giménez presenta y representa en esta vertiente de su variada y nutrida faceta de histo-rietista, es para él algo ¡rrenunciable, parece, y para tipos como yo, irresistible. Sé que voy a repetirme al decir esto: a veces no sé si Carlos Giménez es mejor dibujante que escritor o mejor escritor que dibujante. Quizá sea una correcta simbiosis que no debe intentar deshacer ni descomponer, al menos por ahora, por más que sé que los vientos de lo imprevisto simple soplan por donde menos te lo esperas y el cambio, entonces, puede ser irresistible o irremediable.
Y nada más, que yo no soy quién para dar consejos, y menos a los maestros. Sólo una última línea: Carlos, te quiero y admiro mucho. El orden de este enunciado es el equivalente de eso que llamamos los factores: no altera en absoluto el producto, tu producto...