Historia de 44 páginas basada en un relato de Jack London y adaptada por el propio Giménez.
Primera publicación: 1979 en la revista TOTEM de la editorial Nueva Frontera.
Reeditado por Glenat. Ejemplares disponibles en: www.edicionesglenat.es

 

KOOLAU EL LEPROSO
Por Toni Segarra

"... Luego, en otro momento en que está sin trabajo, empieza «Koolau, el leproso», basado en una narración de Jack London y que —el lector lo verá inmediatamente— constituye su última obra maestra. Señalemos de nuevo, antes de entrar en su análisis, los elementos comunes a las mejores historias de Carlos Giménez: la total libertad que le proporciona hacer algo cuando está parado y no sabe siquiera si será publicado, la absoluta identificación con la idea madre del texto literario y el deseo de experimentar tanto en dibujo como en montaje para recrear el texto de partida, arrebatárselo a su autor y devolvérselo con toda la admiración de un homenaje y toda la libertad creativa del artista.
La historia queda dividida en este caso en tres capítulos (en el caso de «Hom» fueron cuatro) lo que responde a una perfecta lógica en la línea de concisión y efectividad de su autor. En cierta medida cabría hablar en este caso de las unidades clásicas del teatro. Primero se narran los antecedentes y motivos del por qué un puñado de leprosos decide resistir —o morir— a fin de permanecer, aunque sea como fieras perseguidas y odiadas, en su propia tierra antes que verse deportados al calabo-zo-leprosería de Molokai. Termina el primer capítulo con la victoria momentánea de los leprosos sobre el destacamento de policía enviado en su busca. Posteriormente a esta victoria, y con ello entramos en el segundo capítulo, los rebeldes han de enfrentarse al ejército. Es un episodio en el que fundamentalmente predomina la acción que tímidamente se inició al final del capitulo anterior. Aunque el saldo final de esta nueva lucha sigue siendo favorable a los rebeldes, el precio que éstos han tenido que pagar es, para algunos, excesivamente elevado. Por esto, en el tercer episodio, Koolau quedará sólo ante el abandono de sus antiguos camara-das y el desinterés de unas autoridades a las que cuesta ya demasiado reducir a un hombre que, ahora, solo, herido y acabado no representa para ellos ningún peligro. Koolau morirá, pues, libre en su propia tierra, pero su rebellón no habrá prosperado.
La estructura narrativa de cada episodio contiene un «climax» que responde casi matemáticamente a una «campana» de Gauss. Campana que a su vez tiene como envolvente a otra curva de las mismas características. Es decir, tres capítulos en los que la narración responde a la estructura «reposo-acción-reposo» configuran una obra en la que los capítulos responden a esta misma estructura. Estructura que, por lo demás, Carlos Giménez sabe utilizar de forma perfecta gracias a una planificación y un dominio del trazo y de la mancha realmente extraordinarios. Ello no quita que, en algunos —afortunadamente escasos— momentos, los peores defectos de su estilo —si alguien cree que los tiene— salgan a flote. Carlos, lo he dicho ya otras veces, es un romántico y esto, que para mí es también una casualidad, a veces le traiciona. La blandenguería de algunas viñetas o de alguna página hay que asumirla como una de las constantes del estilo de Carlos, guste o no guste, pero entendiendo que forma un todo inseparable de su obra. Precisamente estas
planchas son las que luego resaltan más esas otras conocidas, duras, sobrias, que no tienen nada que envidiar a las de los grandes maestros. La utilización del blanco y negro casi exclusivamente, suprimiendo las tonalidades grises, nos sitúa en la línea que va de un Milton Caniff a un Hugo Pratt. Y es curioso que «Koo-lau» nos traiga a la mente en más de una ocasión alguno de los episodios de «Corto Maltes», quizá como reconocimiento implícito de la deuda inconfesada que el dibujante italiano tiene con Jack London.
Se hace sumamente difícil en una presentación forzosamente breve poder transmitir al lector todos y cada uno de los excelentes hallazgos de «Koolau». Sirvan sólo de ejemplo la maestría de silencios y composición de las páginas 7 y 12, el ritmo admirable de toda la secuencia del bombardeo, la planificación de las páginas 21 y 40, la utilización del contraste entre el blanco y el negro como elemento dominante y auxiliar —compárense las páginas 15 y 18— o el montaje de la página 48, prueba todo ello de lo mucho que sería preciso escribir para intentar un análisis exhaustivo de la obra.
Pero es también preciso insistir en que mediante el mecanismo de identificación que más arriba hemos señalado, el contenido ideológico de la historieta responde no sólo al texto de London sino a la ideología de Giménez. Está claro que «Koolau» es una denuncia del racismo, del imperialismo y del colonialismo. Y es al mismo tiempo un canto a la resistencia, una justificación catártica de la violencia y una llamada a la solidaridad entre los oprimidos. El lector tiene ahora en sus manos el instrumento para hacer su propio análisis: ver y leer repetidas veces esta historia."
Toni Segarra
Fragmento de un artículo publicado en la revista "TOTEM"